Hace días que se
terminaron las últimas reservas de agua y comida. Su única salvación reside en
alcanzar a la carrera el centro comercial que se encuentra a medio kilómetro de
distancia. No tienen armas y son muchos los muertos que deambulan por las
calles.
Por quien más temen es por
Juan “el administrativo”, cuarentón y con ciento veinte kilos de grasienta
corpulencia.
En un momento de menor
tránsito de muertos por el exterior, y de acuerdo con el plan trazado, salen de
la casa y echan a correr calle abajo.
Un bufido les persigue, un
resuello mezcla de caballo y tractor, al mirar hacia atrás ven que Juan, si
bien avanza con torpes zancadas, mantiene el ritmo sin descolgarse del grupo.
Los compañeros se miran entre sí sorprendidos por la resistencia del gordo. Los
zombis cada vez están más cerca. Desesperados ante la proximidad de la horda
frenan en seco y propinan una lluvia de puñetazos y patadas al oficinista hasta
dejarlo tendido en el suelo.
Ya en la seguridad del
centro comercial, se abrazan felices por lo bien que había salido todo.
Lamentan la pérdida de Juan, sí, pero todos sabían desde el principio que no lo
conseguiría.
5 comentarios:
Y yo que sigo viendo una empresa como escenario de la historia y la carrera hacia un ascenso o promoción....
Jajaja, me río, ante la imagen tan real, por desgracia.
Muy bueno.
Besos desde el aire
Cuando eres malo, eres mejor.
Y... lo que nos gusta la sangre.
Buen giro final y humor negro... negrísimo.
Besitos
Curioso leer vuestros análisis. Cuando lo escribí, sólo pensaba en una historia de zombis; pero la descripción que da Montse encaja a la perfección.
Ser malo casi siempre es muy divertido.
Gracias por venir.
Publicar un comentario