miércoles, 28 de septiembre de 2011

Treinta y ocho años de parto


En la cocina retumban los suspiros de Fátima.
El gato observa distraído como la mujer se arranca de las mejillas abundantes lágrimas con el dorso de la mano.
En el otro lado de la casa descansa plácidamente su hijo Javier que, lejos de marcharse, cada vez pasa más tiempo en su habitación. Las deudas de juego y sus costosos vicios pesan como una losa sobre los viejos hombros cansados de la anciana. Ya nada de valor queda para sacarle de sus líos. El televisor y algunas pequeñas joyas que quedaban escondidas desaparecieron hace semanas sin explicación alguna y Fátima no pierde de vista al gato desde que pilló hace un par de días a su hijo luchando con el animal mientras trataba de meterlo en una caja. Eso no lo va a consentir. Suelta el cuchillo con el que estaba cortando la cebolla y coge otro de mayor tamaño. Se encamina decidida en la dirección de la que provienen los ronquidos. Ya va siendo hora de tomar aire y empujar para afuera, de cortar el cordón, de ver si es capaz de valerse por sí mismo.  

5 comentarios:

Rosa dijo...

Con hijos así no me extraña que se corte el cordón...
Me ha gustado este parto tan doloroso.

Besos desde el aire

Luisa Hurtado González dijo...

Hay demasiados hijos así, metiditos en casa de sus padres por unos motivos u otros, y los padres aguantando.
Por lo tanto, bien por Fátima.

Elysa dijo...

Si, demasíado años de parto y además de semejante zopenco, ya es hora de cortar ese cordón. Me gustó.

Besitos

montse dijo...

Ahora va a salir del cascarón en vivo y en directo.....

Alberto Proset (Ojodegato) dijo...

Fátima es la que menos va a sufrir el trance. No sé si os habéis dado cuenta... pero sus lágrimas eran provocadas por la cebolla que estaba troceando.
Gracias por venir.