La
reacción de su marido echó por tierra su plan.
Marila
inclinó el plato sobre el cubo de basura. El guiso, ya frío y reseco, resbaló
lentamente por la superficie hasta descolgarse perdiéndose en su interior.
Permaneció
ahí plantada, contemplando como el goteo rítmico y constante de sangre que
escapaba de su nariz salpicaba la fuente. Pasó uno de sus dedos por el borde y
se lo llevó a los labios. Lo saboreó con la punta de la lengua. El veneno era
imperceptible en la salsa. Más suerte la próxima vez.
5 comentarios:
Alberto, creo que la próxima vez tendrá más suerte. Tiene un objetivo y nadie la va a parar. El detalle de que pruebe su propia sangre con la punta de la lengua nos da una idea de su determinación. El marido puede darse por muerto. Un saludo.
Morirá, sin duda morirá. He podido ver perfectamente la imágen que relatas y hasta le he puesto cara a Marila, aunque no dices cómo es.
Ha merecido la pena pasarme por aquí, desde el blog de Sara Lew. Ahora voy a ver el micro que hiciste con su imágen.
Me quedaré a ratitos.
Un beso des-
demispalabrasylasvuestras.
Seguro, que lo conseguirá, se ve en tu micro que está decidida.
Besitos
Mar, Ely, es un placer leer vuestros comentarios a diario.
Bienvenida, Laura. Me alegro de que te guste mi pequeño tejado. Estaré encantado de verte por aquí.
Un saludo.
Alberto, no creo en la transmigración de las almas, pero estoy leyendo hoy en la blogosfera demasiados relatos sobre mujeres despechadas que quieren cargarse a sus pobres maridos.
Esta Marila seguro que lo conseguirá, pero me he perdido con la sangre goteando por su nariz.
Un abrazo
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