Al otro lado de la sala, el experimentado nigromante
articula el hechizo que hará que se transforme en piedra.
Atrapado y sin salida en lo más profundo de la polvorienta
biblioteca, el todavía inexperto mago titubea con su varita apuntando al
malvado. Sabe que la respuesta para alcanzar su victoria se encuentra en el
aprendizaje y sabiduría ocultos en los cientos de libros apilados por las
paredes. Sin tiempo para leerlos todos, decide emplear toda esa magia de una
sola vez. Se cuelga con ambas manos de una estantería y la vuelca sobre el
brujo un instante antes de que pronuncie la última frase de su maldición.
7 comentarios:
Y luego dicen que el saber no ocupa lugar. Menudo batacazo que habrá recibido el nigromante malvado. Je, je.
Jejeje, si es que hay que ser más rápido pronunciando encantamientos...
Besos desde el aire
Alberto, me gustan los micros de magia, de baritas mágicas, de pócimas de cola de lagarto, y no hay mejor estancia que esas bibliotecas infinitas, góticas, como el cementerio de los libros olvidades. Y si la magia no funciona siempre queda un buen garrotazo, aunque sea con un incunable del siglo XII.
Un abrazo
Ja, esa magia la sé hacer yo.
Y yo sin saberlo....
Muy simpatico. Me parece bien que estudie las opciones, sea sincero consigo mismo y opte por la que más éxito puede darle. Llamarle magia o cualquier otra cosa, sólo es un detalle sin importancia.
Todo el peso de la magia a su servicio. :)
Lo vi venir...
...igual que el nigromante. Jejeje.
¡Qué gracioso! ni encantamientos ni hechizos ni "na" la vieja y socorrida fuerza bruta.
Besitos
Publicar un comentario