martes, 18 de octubre de 2011

Una montaña de encantamientos


Al otro lado de la sala, el experimentado nigromante articula el hechizo que hará que se transforme en piedra.
Atrapado y sin salida en lo más profundo de la polvorienta biblioteca, el todavía inexperto mago titubea con su varita apuntando al malvado. Sabe que la respuesta para alcanzar su victoria se encuentra en el aprendizaje y sabiduría ocultos en los cientos de libros apilados por las paredes. Sin tiempo para leerlos todos, decide emplear toda esa magia de una sola vez. Se cuelga con ambas manos de una estantería y la vuelca sobre el brujo un instante antes de que pronuncie la última frase de su maldición.

7 comentarios:

Mar Horno dijo...

Y luego dicen que el saber no ocupa lugar. Menudo batacazo que habrá recibido el nigromante malvado. Je, je.

Rosa dijo...

Jejeje, si es que hay que ser más rápido pronunciando encantamientos...

Besos desde el aire

XAVIER BLANCO dijo...

Alberto, me gustan los micros de magia, de baritas mágicas, de pócimas de cola de lagarto, y no hay mejor estancia que esas bibliotecas infinitas, góticas, como el cementerio de los libros olvidades. Y si la magia no funciona siempre queda un buen garrotazo, aunque sea con un incunable del siglo XII.
Un abrazo

Luisa Hurtado González dijo...

Ja, esa magia la sé hacer yo.
Y yo sin saberlo....

Muy simpatico. Me parece bien que estudie las opciones, sea sincero consigo mismo y opte por la que más éxito puede darle. Llamarle magia o cualquier otra cosa, sólo es un detalle sin importancia.

montse dijo...

Todo el peso de la magia a su servicio. :)

El Cubo dijo...

Lo vi venir...
...igual que el nigromante. Jejeje.

Elysa dijo...

¡Qué gracioso! ni encantamientos ni hechizos ni "na" la vieja y socorrida fuerza bruta.

Besitos