lunes, 24 de octubre de 2011

Hasta que la muerte nos separe


Bueno, Marisa, aquí estamos. El anciano tomó asiento en el improvisado banco que formaban unas rocas al borde del acantilado, abrazando la pequeña urna fúnebre. Esto sigue tan bonito como siempre. ¿Cuántos años han pasado... cuarenta, cincuenta? ¿Recuerdas cuando llegaste al pueblo desde Madrid? Fui el primer muchacho que te hizo caso, y ya no hubo forma de que te separases de mi lado. Perseguías mi bicicleta cuando íbamos hacia el colegio. Ya de jóvenes, no dejabas que ninguna moza bailase en la plaza conmigo excepto tú. Después de casarnos, aprendiste a manejar el horno para trabajar conmigo en la panadería, y hasta hace dos días fuiste mi inseparable compañera en las partidas de dominó. Se levantó y se acercó al borde de las rocas. Desenroscó la tapa de la urna, y la volcó dejando su contenido a merced de la brisa. Adiós, mi vida.
La ceniza trazó una extraña espiral en su caída y, arrastrada por el viento, ascendió pared arriba estrellándose en la cara del viejo. Tiró el tarro a un lado y se llevó las manos a los ojos gritando: ¡Por Dios, mujer! ¡¿Es que ni muerta me vas a dar un respiro?!

5 comentarios:

Rocío Romero dijo...

jejej, al ver el acantilado pensé que iba a saltar con ella... pero el final es mucho más actual ;-)
Estupendo. Abrazos

montse dijo...

Me iba a echar a llorar pero por suerte ese final me ha vuelto a levantar el ánimo. Él no la va a echar de menos.

El Cubo dijo...

Jejeje. Me encanta el humor de muchos de tus micros.

Elysa dijo...

Jajaja, molestando incluso después del final...


Besitos

Rosa dijo...

Jejeje, ni muerta le deja tranquilo...Me ha encantado.

Besos desde el aire