La
muchacha serpentea por el áureo camino dando pequeños saltos al ritmo de la
canción que entona, cuando tres grotescos personajes le salen al paso desde el
interior de unos matorrales interponiéndose en su camino y, sin mediar palabra,
se abalanzan sobre ella. Durante el forcejeo, uno de ellos la golpea en plena
cara con su pesado puño, hundiéndole la nariz y dejándola caer inconsciente al
suelo.
El
más alto y desgarbado se arranca de su propio brazo una ramita: un tallo hueco
de maíz, atraviesa el ojo de la chica con uno de sus extremos, posa sus secos y
correosos labios en el otro y comienza a succionar el contenido del cráneo.
A su
vez, el hombre de las manos oxidadas arranca del pecho de la niña jirones de
encaje y carne dejando al aire los huesos, desliza sus fríos dedos entre las costillas
intentando acceder al interior del torso.
El
tercer individuo, de larga melena, permanece impasible ante la escena dando
ávida cuenta del perro que acompañaba a la niña. Al fin y al cabo no es más
grande que los ratones de los que suele alimentarse.
Y
colorín colorado, este cuento se ha acabado.
4 comentarios:
No te lo perdono, de verdad que no.
Acabo de desayunar!!!!!!!!
Me he quedado fría Alberto. Excelente versión del cuento. Impresiona mucho, es muy realista, la escena se desarrolla con crueldad como si los lectores hubieramos estado allí. Horrorizada me voy. Maravillosamente contado. Enhorabuena. Un saludo.
¡Jolín...! Vaya revisión te acabas de marcar con la pobre Dorothy y El mago de Oz, pero en sangriento y encima tan visual, pero mucho.
Besitos
Wowwwwwwwwwww!!! Qué sangriento. Me encanta.
Te deseo unos días llenos de besos y sonrisas...
Besos desde el aire
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